Polemicas

 
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¿Qué opina usted?

Quiero agradecer a toda mi audiencia por su participación aquí en Piedrecita y en Facebook, cualquiera que sea su comentario, aquí en Piedrecita, será siempre respetado.

Cuando opinamos, criticamos y delatamos los errores del sacerdocio; siempre hay muchos católicos, católicos adiestrados, muchas veces, mal instruidos en materia de religión y teología, católicos muy perfectos; pero que se ofenden cuando criticamos o comentamos verdades, acerca de los males causados por el sacerdocio. Cuando se opina, entonces se piensa que es un chisme o un juicio; mas no entienden lo que es una crítica. La respuesta típica de cualquier católico sin suficiente entendimiento doctrinal, es “Nadie es quien para juzgar a nadie” O “Allá Dios juzgará”. Es verdad, ¡Quién soy yo, para juzgar!

Sé que hay muchos hermanos míos, hermanos católicos, y yo sé que, en la mayoría de los casos, son los líderes, y religiosos quienes muchas veces son los más ignorantes, en especial en materia de religión. Pues jamás entendieron y ni entenderán jamás a Cristo y su violencia evangélica. Los entiendo, porque para ser líder en la iglesia, solo se requiere persistencia y ambición, así de simple.

Es verdad, lo admito, yo soy un ser violento y pido la compasión y misericordia de todos; pero quiero remitir a ustedes las palabras de Cristo: Desde los días de Juan el bautista, hasta hoy, el Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan (Mateo 12, 12). Ser violento en la iglesia, significa tener coraje de decir la verdad siempre, sin encubrimiento alguno y de representar a Cristo con toda lealtad.

Sé que también, hay muchos líderes y sacerdotes justos y fieles a Dios, lo sé, y Cristo lo sabe. Por eso estoy aquí. Pero, Cristo es justo y fiel para salvarlos. Por ellos me declaro ante Cristo y ante mi Padre celestial. ¡Gloria a Dios! Yo sé que ellos también están sufriendo penurias en la iglesia, por estos mismos motivos, y sin siquiera poder opinar o abrir la boca. ¡Lo se! Porque pueden ser despedidos, también. Mis saludos, honor y gloria para quien lo merece.

Pero, sin embargo, este tipo de respuestas, ¡Allá Dios juzgará!, normalmente son perfectas para lavarse las manos y quedar bien ante todos, sin que te cueste un peso de conocimiento de Dios. Estas personas—seglares o líderes—nos están diciendo, que los sacerdotes, pueden hacer todo el bien posible, sin evitar todo el mal posible. Es decir, nos están diciendo, que ellos (los sacerdotes) pueden violar las leyes de Dios y contradecir el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sin incurrir en castigo eterno.

El delatar a los sacerdotes y líderes corrompidos, es la ley de Dios; pues así lo manda el octavo mandamiento de la ley divina. Los mandamientos de la ley de Dios fueron escritos para el pueblo de Dios, no para el mundo y sus gobernantes. Los mandamientos de la ley de Dios, Cristo nunca los cambió, por el contrario, los obedeció hasta su muerte, cuya muerte, fue muerte de cruz. Esta ley divina, manda que se diga la verdad en su lugar y tiempo, para evitar que se sigan cometiendo errores o violaciones hacia Dios y hacia los demás. Para que la comunidad eclesial, pueda ser corregida y quede libre de ofensas hacia Dios.

En Cristo, quedamos libres del pecado, mas no existe el libre albedrío. Libre del pecado, significa que ya no estamos libres de seguir pecando, aun en la misma iglesia, y mucho menos pensar que en Dios ya somo libres para hacer lo que queramos en contra del mismo Dios.

Esta es la verdadera función de la iglesia o más bien de los fieles cristianos, el corregirse mutuamente, y así ser gratos a Dios. No vivir todos juntos en la iglesia violando las leyes de Dios y cometiendo pecados, con la esperanza de un día hallar misericordia ante Dios. ¡Que ironía tan absurda! Esto es la imprudencia de las cinco vírgenes imprudentes, de las que se refiere Cristo en el evangelio.

El cumplir estas leyes, causó que Cristo fuese condenado injustamente, por delatar a los traidores y corruptos sacerdotes de su tiempo.

Si nadie es quien, para juzgar a nadie, entonces criticar y delatar errores del sacerdocio y líderes corrompidos; es aceptar que por su sotana y por su poder económico, ellos tienen el poder de violar los mandamientos de la ley de Dios y desobedecer a Cristo. Y si nadie es quien, para juzgar a nadie, entonces estas personas están diciéndonos que criticar y comentar, es lo mismo que condenar o dictar sentencia. Evidentemente, estas personas no saben lo que es un juicio verdadero, en relación con una crítica o comentario.

Aquí en Piedrecita, no hacemos ningún juicio, el juicio es de cada quien, según sus obras y es Cristo quien ha implantado su espada de doble filo (la ley del evangelio) para juzgar, hasta el fin de los tiempos. Pero eso sí, allá en el cielo, no hay ningún juicio, pues el juicio lo estableció Cristo aquí en la tierra, a través de su evangelio y por el lavamiento de nuestras vestiduras en la sangre del cordero celestial. Una vez que usted cumple con los sacramentos instituidos por Cristo, sus vestiduras serán purificadas y estará usted limpio(a) para entrar al reino celestial.

Ya lo he dicho yo, anteriormente: En la iglesia, no tenemos el derecho ni de opinar, sin ser despedidos de nuestras propias comunidades eclesiales. Y, yo soy uno de tantos aquellos que han sido despedidos e insultados por el sacerdocio. Sin contarles los vejámenes y abusos sexuales, contra miembros de mi familia, eso me lo reservo para otro tiempo.

Si nadie es quien, para juzgar a nadie, entonces estas personas nos están diciendo que estamos haciendo un juicio sin ser un juicio; y por lo tanto estas personas, todo lo que quieren, es sentirse honradas y pretender que son verdaderos santos en la iglesia, sabios, personas aptas y letradas, superiores a Dios y a los demás.  ¡Pues no han dicho verdaderamente nada sensato!

Evidentemente, estas personas están violando el quinto mandamiento de la ley de Dios; pues su soberbia implica una santidad superior a Dios, la cual mata el alma de muchos y la de ellos mismos.

Si nadie es quien, para juzgar a nadie, estas personas están encubriendo los males del sacerdocio y líderes corrompidos, bajo una frase mediocre y que los hace sentirse santos y sabios, cuando en realidad están violando el octavo mandamiento de la ley de Dios.

Talvez yo me debo de callar y dejar a muchos vivir sus propias vidas, como me lo han dicho. Quizás debo dejar de llamar la atención y ni de procurar corregir lo que nunca se ha corregido. Quizás hubiera sido mejor que Cristo no hubiera venido al mundo a ofrecernos su salvación atreves de la cruz. Quizás hubiera sido mejor que Cristo se quedara allá en su trono, y no hubiera venido a molestarnos aquí en la tierra.

Talvez, yo “Jesé Retoño”, tengo un tronco en mi ojo, así como me lo han dicho algunos; pero la brizna que tiene la mayoría en la iglesia, es más grande posiblemente que mi tronco en mi ojo, porque el no ver los errores y pecados en la iglesia, significa que Cristo no sabía que éramos pecadores, y entonces Cristo vino a ser un necio, peor que nosotros, al no saber lo que sería de su iglesia futura.

Ciertamente, la iglesia está formada de pecadores, así como me lo dijeron anteriormente; pero, eso no significa, que Cristo nos halla mandado a seguir pecando. Seguir pecando, es lo opuesto al evangelio y es un ataque contra Cristo y Dios nuestro Padre celestial. Esa es la respuesta del enemigo de Dios, en el Genesis, “no serviré”.

Pero, está comprobado, que los católicos a la hora de dar testimonio de Cristo, claudican cobardemente, y prefieren encubrir los defectos y pecados de su familia; aunque estos estén todos equivocados, al igual que ellos mismos. Mejor es seguir la corriente, y no luchar por enderezar nada en la iglesia. Como decía un dicho, más vale malo por conocido, que bueno por conocer.

¡Como decía san Pablo, el apóstol de las gentes, comamos y bebamos que mañana moriremos!

¡¿Cómo la ve usted?! Porque evidentemente, cuando una persona dice “nadie es quien para juzgar a nadie” o “allá Dios juzgará”, está pecando de soberbia (matando su alma) y violando el quinto mandamiento de la ley de Dios. Es decir, está pecando, y al mismo tiempo, está suicidándose ante Dios.

Si cree usted que yo he pecado por decir verdades y que no me agrada encubrir las virtudes inexistentes en la iglesia, entonces yo me remito a las palabras del apóstol Pablo. ¡Y hay de mí si no predicara el evangelio! (1 Cor. 9, 14-16). 

¿No es esta, una gran verdad?

¿Será que Dios se equivocó al formular y entregarle las tablas de la ley a Moisés y al pueblo Israelita?

¿Será que Cristo se equivocó al morir en la cruz, cumpliendo con las leyes de Dios nuestro Padre celestial?

¿Será mejor encubrir los pecados en la iglesia y seguir pecando?

¿Usted qué opina?

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