Hola, soy Jesé Retoño, nuevamente les reitero a todos, que aquí en Piedrecita, todas las opiniones son siempre respetadas. Sin embargo, el usar lenguaje obsceno no es propio en nuestro ministerio, el respeto y el amor de Cristo, siempre debemos de guardarlo.
Con todo el respeto debido a todos y a la iglesia, pero he notado en sus respuestas un alto contenido de positivismo del que acostumbran nuestros sacerdotes a enseñar en sus homilías. Este positivismo, consiste en enseñar un evangelio sin cruz, el cual hace que las multitudes se sientan felices y nunca puedan ver los males en su alrededor.
Prácticamente, es como hacer que todos se sientan en el cielo, solamente cerrando los ojos y no ver la realidad de las miserias existentes en nuestras comunidades eclesiales.
Dice nuestro Señor Jesucristo, en su oración: “Padre, no te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal” (Juan 17, 15). Nuestro Señor Jesucristo, al venir y morir en su cruz como ejemplo para nuestra salvación, él no nos prometió sacarnos del mundo y ni librarnos de las miserias humanas; pero tan solo liberarnos del mal, es decir del pecado.
Pretender que, en la iglesia, solo hay sombras obscuras y luces, pero que todo es muy bueno o que la iglesia es un paraíso terrenal, semejante al cielo; es una verdadera alucinación de miles de católicos mal instruidos. Las sombras en la iglesia son a veces tan enormes, que ni con un reflector enorme, se podría ver el fondo de dichas obscuridades en la iglesia peregrinante.
Cerrar los ojos en la iglesia, como si nada estuviese pasando, y pensar que todo es sumamente bueno, es afirmar que Cristo aseguró un paraíso aquí en la tierra, y que su cruz fue tan solo una farsa.
Dice el libro del Eclesiastés, “El sabio tiene el corazón a la derecha, el necio tiene el corazón a la izquierda. Además, en cualquier camino que tome el necio, su entendimiento no le da de sí, y dice de todo el mundo; ese es un necio” (Eclesiastés 10, 1-3). Lo que mas le molesta al necio, es que no sabe ir a la ciudad.
El gran problema de los católicos necios es que no saben otra cosa más que defender y atacar a diestra y siniestra, a pesar de que los males están aniquilándolos y sin fruto alguno dentro de la iglesia. El católico, no es capas de reconocer su falta y enmendarla; pero se enorgullece de ser católico, a pesar de los funestos y enormes fracasos evangélicos presentes en nuestra iglesia de hoy en día, todo por el gran descuido del sacerdocio al evangelizar equivocadamente y sin dar un ejemplo propio como el de Cristo.
Esto no solo lo digo yo, sino que lo han afirmado grandes pensadores como Mahatma Gandhi, quien dice lo siguiente: “Tengo un gran respeto por el cristianismo…De hecho, no hay nada malo con el cristianismo, pero el problema es con ustedes cristianos, que no comienzan a vivir en base a lo que ustedes enseñan” (McEldowney, 1997).
El católico, va para todos lados, pero para donde menos quiere ir es a la ciudad. Es decir, el católico, para donde menos quiere ir, es a donde le descubran sus faltas. Peor aún, le gusta darle vueltas al asunto y prefiere decir que todo esta muy bien en la santa iglesia católica, en ves de reconocer las deficiencias desastrosas que nos han estado dañando por décadas.
Prefieren los lideres católicos, encubrir las falsedades y decir que aquí lo único que hacemos es desprestigiar a la iglesia. Decir la verdad es la función de Cristo en el mundo, pero que vergüenza que los católicos sean lo contrario de Cristo. En vez de rectificar y humildemente reconocer los errores, prefieren quejarse y lavarse las manos, como un día lo hizo Pilatos. Como que la polémica frase que tienen todos los católicos es que la iglesia es santa, porque Cristo es santo; consecuentemente, todos son santos directa o indirectamente y la libertad de despedir y enjuiciar a quien sea, es poder democrático de todos en la iglesia.
En uno de sus comentarios, hubo uno que mencionó, que este no es un buen plano, para decir estos inconvenientes. Estimado lector, por desgracia y por los muchos años de experiencia hasta el presente, como buen católico, este su servidor, le tengo que ser muy sincero al respecto.
En la dictadura eclesial hasta el presente, en nuestra santa iglesia católica, los seglares como yo y como todos, si nos quejamos por abusos de muchas clases, en especial de nuestros sacerdotes y líderes, el pago por abrir la boca y denunciar la injusticia, es siempre la ley del hielo y el despido de nuestras propias comunidades.
Como suelen decir muchísimos católicos y cristianos amigos míos, “yo no me meto, pues allá Dios los juzgará”.
No obstante, que los católicos estamos obligados a decir la verdad en su lugar y tiempo, tal y como lo manda el octavo mandamiento de la ley de Dios. Y todos aquellos católicos que callan, pretendiendo que allá Dios los juzgará, son también condenados por el octavo mandamiento de la ley de Dios, por callar y encubrir. Por eso dice Cristo en Mateo 5, 1 -11: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Es decir, Cristo nos llama bienaventurados, cuando luchamos por la justicia y no cuando permanecemos callados, y cruzados de brazos, para limpiarnos las manos. La función de todo católico es gritar, denunciar y llevar el evangelio siempre, con lealtad ante Cristo.
Alguien me llamó falso profeta, gracias por su valor. Le recuerdo, que un profeta tiene la función de anunciar y denunciar. Un profeta, jamás enseña un evangelio que complazca a las multitudes. Un profeta, siempre es fiel a su misión, según Dios lo preparó. La principal función de un profeta es cumplir con el mandato divino y que el mensaje de Dios sea entregado, así como Dios lo ha mandado, y no como las multitudes lo deseen. Por eso dijo nuestro Señor Jesucristo, en Marcos 6, 4: “Un profeta, solo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio”.
Y, yo les digo, yo soy profeta enviado por el santísimo, y tengo una misión que entregar a su pueblo, y por eso soy aborrecido en mi propia iglesia santa, católica y apostólica. Estas fueron las indicaciones, que el Señor todo poderoso, me indicó, y estoy consciente de todo esto.
Hay alguien quien me ha invitado a enseñar en el catecismo de su parroquia, gracias por la invitación. Pretende dicha persona, que todos aquellos que yo les enseñe el catecismo en su parroquia, serán los más santos. Pues yo soy el más santo y perfecto según ella. Porque, según ella, yo me las doy de perfecto. Será porque me odia tanto, pero tal vez no se equivocó, porque una cosa sí es muy cierta, la santidad, viene de la rectitud en el evangelio y del cumplimiento de las leyes de Dios, y no de las leyes o preceptos de dicha persona o catequista.
La ignorancia de dicha persona es evidente, porque esta catequista, no sabe lo que manda el primer mandamiento de la ley de Dios. Como ella y millares más, no lo saben, entonces se los voy a decir aquí mismo. El primer mandamiento de la ley de Dios manda que obligatoriamente todo cristiano sea instruido en religión, pues para llegar a conocer a Dios, hay que instruirse en sus leyes divinas. Si una persona jamás se instruye en religión y moral, jamás podrá llegar a conocer y amar a Dios.
El que no ama a Dios, jamás podrá detectar y luchar contra la injusticia, y todo le parecerá bueno, hasta el vivir en pecado.
En fin, me remito, a las deficiencias de miles de sacerdotes y obispos, que, desobedeciendo a Cristo, enseñan el evangelio torcido, y me desilusiono al ver que Pedro no mueve ni un dedo por reprender y corregir las violaciones que se cometen contra Cristo en su iglesia. Esta es la iglesia de Cristo mi hermano divino, sí, de la que ustedes mismos me han corrido, y esta iglesia no es de nadie más, a Cristo mi hermano, le costó comprarla con su sangre, y pagó un precio muy caro, y, yo mismo, me remito a su santa voluntad. Como se los he dicho anteriormente, y se los vuelvo a repetir, yo soy un instrumento del amor de Cristo.
Y no me avergüenzo de pronunciar su nombre, y ni de anunciar lo que su santa voluntad me ha pedido. Tal y como él me lo ha solicitado, yo así lo entregaré en el momento divino. Pero no solo eso, también estoy pronto a cumplir la voluntad de mi padre santísimo, Yahveh el existente, del quien también cumpliré como él me lo ha solicitado.
Y tampoco me avergüenzo de llamar a mi padre y pronunciarlo como mi padre santísimo, pues jamás conocí a un padre, inmensamente justo y sumamente bueno, del cual también seré yo quien les muestre su gloria, estando aquí mismo en la tierra, pues también fui autorizado por mi Padre santísimo, para esta misión.
Aprovecho para reconocer aquellos poquísimos sacerdotes, que son leales a Cristo y que dicen la verdad del evangelio y que les ha costado el despido de sus parroquias y de sus Diocesis, por tan solo decir la verdad y sin encubrir las falsedades de sus superiores. Yo les digo a todos los que me dieron estos terribles y despreciables comentarios, pues decir la verdad en Cristo, se requiere de agallas, de coraje y de ser violentos, tal y como Cristo lo manda.
El Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. A mi me ha costado, ser insultado y despedido de mis propias comunidades, ser odiado y rechazado por el nombre de Cristo. La santa iglesia católica, me ha cerrado las puertas a mí y a Cristo. Me pregunto, que han hecho ustedes, para ser odiados en el nombre de Cristo y poder merecer su gloria. Porque para merecer la gloria, es necesario rechazar los honores y aplausos. Bien dijo Cristo, “Bien aventurados serán cuando los insulten por causa de mi nombre, alégrense y regocíjense, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mateo 5,11).
En que se parecen ustedes a Cristo, si no hacen otra cosa que negar la verdad y cerrar los ojos ante la realidad. Buscando siempre el quedar bien ante todos, pretendiendo ser justos, cuando en realidad no lo son.
Todo lo que he conocido de vuestros comentarios, es encubrir, encubrir y encubrir.
Callar, callar, callar, y violar el octavo mandamiento de la ley de Dios.
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