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En nuestra parroquia, tenemos un párroco sumamente agresivo y arrogante; muy poco le importa el silencio y el respeto hacia Cristo en la santa misa. Siempre nos restrega el dinero a todos en la comunidad, nos grita, usa gestos y palabras con tonos imponentes. Nuestro párroco, es muy atrevido y no le importa insultarnos públicamente. En sus sermones, la filosofía es su fuerte, pero Cristo y la humildad no son su afinidad. Nuestra diócesis, habiéndosele notificado del grave problema, solo se limpia las manos, diciendo que los católicos no sabemos dialogar con el párroco corrompido.
Siendo los católicos la gran mayoría unos fanáticos solamente, prefieren callar. Este sacerdote, con su actitud y su arrogancia, promueve el desorden en las misas dominicales. Entonces, muchas parejas con hijos pequeños vienen a misa, única y exclusivamente, para traer a sus bebes de entre uno y tres años de edad, tan solo para llorar y lucirlos ante el público.
Este es uno de los orgullos de los católicos y los sacerdotes, lucir a los bebes llorando. Pues la doctrina y la responsabilidad evangélica son tan solo un mito de la santa iglesia católica.
Antes teníamos sacerdotes, que cuando los padres de familia no controlaban a sus bebes, entonces el sacerdote hacia una pausa, esperando ver si los padres irresponsables, serían tan amables de controlar a sus bebes, y hasta había veces que les llamaban la atención a esos padres irresponsables; que solo venían a misa para que todos nos jactáramos del lloriqueo incontrolable de sus bebes. Pero, ahora resulta que los sacerdotes, son aún más irresponsables que los mismos católicos.
Cada vez que venemos a Misa, siempre hay parejas que traen a sus bebés a solo llorar, y todos tenemos que aguantar estos gritos, hasta que se nos revienten los tímpanos de los oídos. Los bebes llorando, son una gracia para este sacerdote, también para los otros sacerdotes auxiliares y muchos otros sacerdotes. Las misas dominicales, son verdaderamente centros o guarderías para niños, pues muchas parejas, les traen dulces, juguetes, papitas fritas y hasta hamburguesas. Pero se nota la hipócrita actitud de estos papás que traen a sus bebes, pues misa les vale un soberano cacahuate. Llegar a escuchar un buen sermón dominical, eso sería imposible en nuestras misas.
Ahora venir a Misa, es objeto de lujo, de hipocresía y vanidades. El sacrificio máximo de nuestra redención, ahora en la santa iglesia católica, apostólica y Romana; no vale más que niños llorando, con padres fanáticos e ignorantes, comiendo dulces y hamburguesas. Pero, sobre todo, con sacerdotes irresponsables ante Cristo.
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