OREMOS.
Soy Jesé Retoño, y hoy quiero invitarlos a orar, por todos los enfermos en el mundo. Quiero que oremos por los que padecen de cáncer, o de toda enfermedad que les achaque, y por la pandemia que nos está azotando en el mundo entero. Yo resido aquí en California EE.UU., en el condado de St. Stanislaus; soy católico de la diocesis de Stockton, y deseo que, aunque estemos todos tan distantes, en diferentes países del mundo; deseo que nos unamos en oración a la reina del cielo. Primero reconociendo nuestros pecados y después suplicándole a la virgen madre de Dios, que se apiade de todos nosotros en la iglesia y en el mundo.
Si una nación, sociedad, grupo o comunidad, se une junto conmigo en oración, sí, junto con este pequeño perrillo sarnoso, la señora del cielo, nos escuchará, y en atención a vuestra sinceridad ante Dios, ella los escuchará, y se apiadará de aquellos que confíen en ella.
Si alguno tiene necesidad de ser curado y liberado de algún mal o enfermedad, y desea acercarse a Dios, por favor ore junto conmigo, también yo rogaré a la virgen por usted y por los suyos.
Preferiblemente, es menester que luchemos por nuestra limpieza en el alma, porque Dios escucha mejor a sus hijos que viven en santidad. Ofrezcamos a la virgen, nuestro más leal deseo de ser justos en adelante, ante Dios. Rectifiquemos nuestras vidas ante Dios y no volvamos a pecar.
De rodillas hermanos, de rodillas y con toda fe y confianza oremos a la reina del cielo.
Oremos hermanos, por la situación que estamos viviendo todos en el mundo. Oremos por los que están sufriendo de enfermedad, por los que se encuentran en enfermedades terminales, para que Dios les conceda sanar, y nuevamente vuelva la paz en sus vidas. Oremos para que todos podamos nuevamente enderezar nuestras vidas ante Cristo.
Oremos a Dios y pidamos perdón por las ofensas hacia Cristo, y roguemos por aquellos que hoy están sufriendo los estragos de la enfermedad, y por los que ya se han ido, debido a esta tragedia mundial.
Oremos por aquellos que lloran las pérdidas de sus seres queridos, oremos para que Dios les conceda un día estar en su gloria, y puedan encontrar la paz de Dios. Virgen, madre de Dios, escúchanos.
Oremos, por los que se quedan en sus casas y se ponen en cuarentena, pero que promueven las concupiscencias de la carne. Oremos, por esos que promueven, las modas deshonestas, bikinis, juguetes sexuales y toda clase de violencia en los hogares. Perdónanos Cristo y apiádate de todos, madre celestial.
Oremos, por los que solo esperan que pase la pandemia, para continuar haciendo más negocio, dinero y derroche de la vida. Oremos, por los sacerdotes católicos y los cristianos que confunden la salvación de Cristo, con vivir la vida bien y dar gloria a Dios, porque ya todos somos salvos. Oremos, por los errores cometidos en la iglesia, por afirmar que ya todos somos salvos en Cristo, y ponen a un lado la Cruz de Cristo, promoviendo el gnosticismo conocido más bien por el maniqueísmo del siglo tercero, que una vez fue atacado aguerridamente por el apóstol Pablo, en los orígenes de la iglesia. Pero que este perrillo sarnoso, vuelve a la batalla, como un día lo hizo en su tiempo, el apóstol Pablo.
Por estos errores, perdónanos Cristo, o madre del cielo apiádate de todos.
Oremos, por los católicos que, sin ser católicos, se llaman así mismos católicos; pero que degeneran al verdadero catolicismo, con sus vicios paganos, creencias paganas, etc., etc., esos que no practican la santa religión católica, pero que más bien la difaman con sus falsedades. Oremos por estos enormes pecados, en la iglesia. Madre, apiádate de todos.
Oremos, por los abusos de toda clase, insultos, despidos injustos, abuso de dinero en las colectas y engaños de toda clase que son encubiertos por el sacerdocio en toda la iglesia, pero que Cristo está muy ofendido. Perdónanos, Cristo. Perdona a tu iglesia.
Oremos, por los sacerdotes, que afirman durante la santa misa, que todo aquel que come el pan y el vino, se transforma en un Cristo, no viendo que se comete un sacrilegio, al no reconocer, que es el pan de los fuertes, y que nos lleva a enfrentar la lucha contra las fuerzas del mal, para poder ser como Cristo, pero que con su expresión y su mensaje equivocado, destruyen el verdadero significado del cuerpo y la sangre de Cristo, causando la condenación de las multitudes, siendo los fieles reos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Perdona a tu iglesia, o Cristo, ten piedad.
Oremos, por los sacerdotes en el mundo, porque afirman que todos los que ayudan de una manera u otra en esta pandemia, están unidos en Cristo, pero confunden al mundo y a las gentes con obras filantrópicas, pero niegan a Cristo y su evangelio auténtico. Oremos por la iglesia, que confunde a las naciones y a las gentes con un evangelio diferente y opuesto al de Cristo. ¡O Dios, ten piedad de tu iglesia!
Oremos. Pues nadie, que no esté limpio de pecado, puede o debe de acercarse a la mesa del Señor. Recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, en pecado grave, es condenación eterna. Perdónanos Cristo. Madre, socórrenos.
Oremos, por el sacerdocio, por el jefe de la iglesia, para que Dios le conceda recapacitar en estos grandes errores y jamás se avergüencen del nombre de Cristo, enseñando un evangelio, agradable para las naciones, para las multitudes, para los medios de comunicación, con el afán de quedar como buenos y justos ante todos; pero avergonzándose del nombre de Cristo y de todo cuanto Cristo le mandó a Pedro y a su Iglesia. ¡O Cristo! Perdona a tu iglesia.
Oremos por los que no entienden el mensaje de Dios. Oremos por las multitudes que prefieren violar los mandamientos de la ley de Dios y hacer mofa de la cruz de Cristo. Oremos por las gentes que en lugar de acercarse a Cristo y su iglesia, prefieren olvidarse de la situación, encerrándose en sus juegos, viajes o vacaciones, en las diversiones pornográficas, en los juegos digitales, en religiones ajenas a Cristo y su única santa iglesia, en la hechicería o brujería, en los adivinos y horóscopos, en los programas de charlatanerías, en los celulares, en las drogas, en el alcoholismo, en sus borracheras, en las modas, en la fama, en el sexo o fornicación, en la gula, en la comida y la bebida, en los deportes, en los placeres de toda clase y en todo aquello que produce placer a los sentidos, y en todo aquello que los aparta de la búsqueda de Dios. Oremos, o virgen del cielo, ayúdanos y perdónanos, madre mía.
Oremos por la impiedad y los crímenes que constantemente suceden en el mundo, para que Dios nos ayude a todos a cambiar los corazones de piedra que se alojan en los seres humanos. Virgen del cielo, escúchanos.
No es tiempo de reír, ni de hacer fiesta alguna. No es tiempo de burlarnos de la iglesia y el sacerdocio. No es tiempo de hacer mofa del santísimo, no es tiempo de hacer chistes burlones acerca de la oración y los sacerdotes. No es tiempo de burlarse de los profetas del santísimo. Burlarse e insultar a un profeta del santísimo, departe del sacerdocio o de quien sea, incurre en castigo severo departe de Dios. No es tiempo de alegría, no es tiempo de hacer de la pandemia una picardía, con la intención de hacer todo un programa alegre, cuando muchos están llorando y otros están en agonía.
Decía el profeta Isaías: Llamaba el Señor Yahveh Sebaot aquel día a lloro y a lamento, y a repentirse y ceñirse de sayal, más lo que hubo fue jolgorio y alegría, matanza de bueyes y degüello de ovejas, comer carne y beber vino. ¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos! (Isaías 22, 12-13).
Oremos hermanos.
Este es tiempo de rectificar, es el tiempo que Dios nos da para ver si queremos enderezar nuestras vidas y volver a Dios. Es tiempo de rogar a Dios por los demás, por los que están sufriendo y llorando. No podemos seguir engañándonos y hablar de la boca para fuera y mañana cuando todo haya pasado, volver a nuestra vida pagana, llena de maldades y pecados.
Sí, mañana cuando todo haya pasado, pronto volveremos a los chistes, a las playas del placer, y haremos de los que ya sufrieron y murieron, como si no hubiera pasado nada. Como si nosotros fuésemos los fuertes y vencedores, mientras que los enfermos y los que yacen en la tumba, hubiesen sido el oprobio, la vergüenza y lo inservible del mundo.
Oremos. De rodillas hermanos, de rodillas ante la señora del cielo, ante mi madre celestial.
Dios nos da esta oportunidad, para que enderecemos nuestras vidas. Pidámosle a la reina del cielo, que nos dé la capacidad de mostrar misericordia hacia nuestros semejantes. Seamos sinceros con nosotros mismos y ante Cristo. No vivamos vidas dobles y pretendamos engañar a Dios, cuando en realidad nos engañamos nosotros mismos.
Por eso el profeta Isaías decía: Dice el Señor; ese pueblo se me ha llegado con su boca, y me ha honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene son preceptos y reglas enseñadas por hombres (Isaías 29, 13).
Oremos.
Cristo quiere que volvamos a su iglesia santa católica, la única que él formó y que busquemos a su madre, la Reina del cielo e imploremos de corazón sincero su perdón y su protección. Oremos hermanos a nuestra madre santísima, para que se apiade de nosotros y del mundo. Esta es la voluntad expresa de Cristo a este, vuestro siervo “Jesé Retoño”, que su madre sea venerada y amada por todos, para que, en adelante, la salud y la paz vuelva al mundo.
Sí, hermanos del mundo entero, yo, “Jesé Retoño” este perrillo sarnoso, les reafirmo nuevamente, que esta es la voluntad expresa de Cristo, mi Señor, que su madre, sea venerada y amada por todos en el mundo. Cristo quiere que a ella se le ruegue por la sanación, y la salvación de todos en el mundo.
Oremos hermanos de todo el mundo. De rodillas hermanos, de rodillas, oremos.
Oremos a nuestra madre celestial.
Madre mía, madre de Fátima, madre de Dios, escucha a este tu hijo el más pequeño, madre mía, escucha a este perrillo vagabundo, que, con el corazón en mi mano, te ruego que escuches mis suplicas, perdona a tu iglesia, que el mundo nuevamente tenga la oportunidad de arrepentirse, y convertirse por tu santo nombre, para gloria de Cristo nuestro redentor.
Madre mía, te ruego por los que oran junto conmigo, te ruego que los escuches y les remedies sus sufrimientos, acuérdate de este tu hijo el más pequeño.
Madre celestial, madre mía, tú sabes que te amo. Yo, Jesé Retoño, te pido con el corazón en mi mano, que empiecen a sanar los enfermos en el mundo y vuelva la calma; para que millares te veneren y reconozcan a Cristo tu hijo amado como el redentor de la humanidad, y sepan que tú eres la madre del Dios único y verdadero.
Virgen de Fátima, bendice al Papa, instruye a sus obispos y muéstrales tu voluntad, para que la iglesia entera esté preparada y pueda recibir tus bendiciones y el amor de Cristo.
Madre de “Fátima” ten compasión de miles y miles de enfermos, escucha sus suplicas, y por tu gran corazón de madre, que muchos sean curados y que la enfermedad sea erradicada en todo el mundo.
Madre mía, bendice y sana a Italia, a China, a nuestro país EE.UU., a California, a mi condado de St. Stanislaus, a todos los países de América, África, Europa, Asia, y a todas las naciones donde habitan tus hijos, y a cualquier nación que aclame sus suplicas a tu santo nombre, ¡Sí! Madre, concédenos ser liberados de esta pandemia. Madre mía muéstranos tu amor de madre compasiva y misericordiosa. Madre, te ruego a ti, para que la devoción a tu inmaculado corazón crezca en el mundo entero, y todos reconozcan que tú eres la madre del hijo de Dios.
Yo, “Jesé Retoño” tu hijo, el más pequeño, pongo mi corazón y mi amor en ti, madre mía. Pero ahora muchos más me acompañan en esta oración, a través de este mi ministerio “Piedrecita”, y todos juntos te lo pedimos, con el corazón en nuestras manos.
Madre, recíbenos en tu regazo y apiádate de todos en el mundo. Que muchos sean bendecidos, que sean curados de sus enfermedades por tu divino amor, y que se acerquen arrepentidos a ser fieles fervientes de Cristo tu hijo amado, y que lleguen a ser parte activa de tu santa iglesia católica, apostólica y Romana.
Madre mía, escucha las oraciones y súplicas de tus hijos que sufren en todo el mundo.
Madre, concede a millares su salvación y curación de sus enfermedades, y que millares vengan ante ti a proclamar su fe en Cristo y en su santa iglesia católica. Que, por tu inmenso amor y misericordia, millares te veneren y te amen como yo, ¡Sí!, como este “perrillo sarnoso te ama”, y confía en ti.
Madre, que, de ahora en adelante, millares te veneren en tus altares, en todo el mundo, para gloria de Cristo tu hijo amado.
Madre, me has pedido que ore a ti, y que ore por los demás, que interceda por los demás, y eso estoy haciendo hoy, rogándote por la fe y la curación de millares, por la salvación de muchos que ahora confían en ti y que buscan volver a Dios. Madre, por tu inmaculado corazón, este tu hijo, el más pequeño, te ruego que detengas la pandemia, que el virus sea exterminado, y muchos vuelvan ante ti. Madre santísima, pongo en tus manos, aquellos que por mi medio serán salvos, y te pido que los lleves a tu gloria, deseo que ellos compartan mi fe, mi herencia celestial y mi confianza en ti.
Madre mía, te ruego por aquellos que han confiado en mí, y que ponen sus súplicas usándome como su mediador, por ellos madre mía, yo, Jesé Retoño, tu hijo el más pequeño, te suplico, óyelos, escúchalos y socórrelos.
Madre mía, virgen de Fátima, escucha a todos los moradores de la tierra que invoquen y confíen en tu santo nombre. Madre mía, escucha sus lamentos, y remedia todas sus miserias, penas y dolores.
Por Cristo, nuestro Señor, te lo pedimos, madre mía, escúchanos. Madre mía, confío siempre en ti, te amo con todo mi corazón. Amen.
Oremos hermanos, para que la madre de Dios nos sane a todos.
Amen.
Yo, Jesé Retoño, pongo en tus manos nuestras oraciones. Madre, bendice al mundo y apiádate de todos tus hijos sobre la tierra.
¡Madre escúchanos! ¡Madre, apiádate de todos!
Bendita seas madre, reina del cielo. Amen.
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